jueves, 28 de octubre de 2010

El pingüino

Hoy van a haber caras largas cuando me baje del subte. La oficina va a estar insoportablemente de luto. Y, sin embargo, en el edifició van a haber sonrisas escondidas, alegrías inconfesables pero sabidas... como en muchas otras partes de la ciudad. Hay gente que festeja, y me llena de odio, por un lado, porque, por el otro, me da satisfacción saber que si festejan es porque él hizo algo que los tocó profundamente, los molestó, y eso me reconforta.

Es cierto que hasta entonces mi concurrencia a las marchas fue sólo en los 24 de marzo o en alguna que otra de la Facultad en un reclamo de mayor presupuesto y por la finalización del edificio único. Fue en este último período que sentí las ganas de levantarme y marchar con todas mis convicciones por la nueva ley de medios, de participar en los foros, de bancarme que me llamaran "kirchnerista", "oficialista" aquellos que no entendían lo que se estaba (se está) peleando. Es cierto que empecé a pensar y a debatir sobre una política palpable. Me encontré enojándome por ideas políticas, discutiendo fervientemente y no pudiendo quedarme callada cuando otros deslizaban críticas infundadas, o con el sólo fundamento de "la yegua esa". Eso, el levantarme, el discutir, se los agradezco. A él y a ella.

Sobre el principio de su gestión, me acuerdo que lo hablábamos con las locas de siempre, nos cuestinonábamos lo loco que era sentirse "oficialista". Si veníamos de una época de una oposición fuerte a lo que era el oficialismo y sus políticas neoliberales y de relaciones carnales con el norte. ¿Cómo es que empezamos a confiar en el gobierno de turno?.

Él llegó con el veinte y pico por ciento de los votos, después de que el impresentable se negara a dar batalla en la segunda vuelta. Entonces, yo había ido a cubrir el búnker de Lilita Carrió para una nota que me exigía el taller de la facultad. Allí tuve la primera referencia de quien sería el próximo presidente, y al que no había votado. Fue un periodista de alguna radio que me dijo: "Cuando te habla tenés que estar con un paraguas, te escupe todo".

Así hablaba él. Un presidente muy desprolijo, que jugó con su bastón presidencial apenas se lo entregaron. Un presidente incorrecto. Pero que había empezado bien.

Después pasó el tiempo y nos dimos cuenta de que no, no éramos "oficialistas". Muchas cosas en el camino: funcionarios corruptos como Jaime y De Vido (quien sigue muy cerquita), la inacción frente al recupero del petróleo argentino, o de los trenes nacionales... y proponer la construcción de un "Tren bala", los glaciares, las compras y ventas de los terriorios del sur a precios inversosímiles, el enriquecimiento ilícito... Y después el resto, como emular a Perón y a Evita en los discursos. Pero esto último son cuestiones de formas y no me molesta tanto. De todas manera, no hubiese sido mi primera opción de voto... el problema es la oposición, que no me deja alternativa, y sí entonces hubiese sido mi segunda opción, porque es el único que representa parte del proyecto que quiero y del que están muy muy muy lejos Macri, De Narváez, Duhalde, Lilita, Felipe Solá (¿qué le pasó a este último?).

Al conocer la noticia, no lo pude creer. Y todavía estoy en esas. Tuve que prender la tele y confirmarlo, sin poder despegarme. La primera sensación fue de miedo: ¿y ahora?. Pero fueron unos segundos. Temí el avance de la derecha, esa que festeja y está incómoda. La que hace chistes estúpidos con su muerte, como si con su muerte se hubiera caído el estado actual de la política... ese mismo miedo que me golpeó durante unos segundos, hasta que reflexioné.

Me indigné y me gustó hacerlo, leyendo los twits, las leyendas en facebook, los comentarios de las notas de La Nación, los relatos de Rosendo Fraga y de otros impresentables conocidos de siempre que comenzaron a especular con las debilidades/fortalezas de la presidenta, y de desvalorización de su figura, dando a entender que el verdadero presidente era él y ella estaba sólo de figurita. "Cambios de gabinete", "Cambios de políticas", "Reestructuración del Pj", "Insertidumbre política", dijeron. Y deberían callarse. Carroñeros que ya no se ocultan y empiezan a salir de a poquito.

Por otro lado, la pena que me inunda porque la conocí hace poco. Hoy son 4 meses que parecen muchos más cuando una presencia tan fuerte se va. Los entendí a ellos, a Cristina, a Florencia y a Máximo. El dolor y el sentimiento de que el mundo se viene abajo. El dolor en el alma. Y ahí se me llenan los ojos de lágrimas.

Pero no, tampoco soy un soldado de la causa Kirchnerista. Lejos estoy de su militancia y de recordarlo a él hoy con un pensamiento que no tenía hasta ayer. Escucho los relatos de quienes lo querían y me emociono y los entiendo. Pero no me fundo con ellos. Y sin embargo, tengo esta sensación ambigua de tener que arremangarme y defenderlo frente a las carroñas, a los festejos, a la puta oligarquía.

Con ese sentimiento lo despido, y me sumo al pueblo que va a defender lo que dejó, frente a los que creen que hay una grieta para poder entrar.

3 comentarios:

Ana dijo...

Impecable compañera.
Creo que el genuino sentimiento de la práctica democrática es algo que en su gestión, los de nuestra generación, hicimos carne. Y eso no es poca cosa.

Maguitxu dijo...

Todo tan cierto. Es su muerte no hizo otra cosa distinta a lo que en vida: sacudir la vida política, matar la modorra indiferente.

Sunshine dijo...

Tan parecido a lo que me pasó en ese momento!
Creo que muchos nos sentimos de esa manera. Y está bueno tener un ojo mirando lo bueno y otro mirando lo malo (casi bizcos, no?)

Vuelva a escribir Daniela, que yo recién me entero de este lugar!
Besos