martes, 2 de septiembre de 2008

Paisaje clausurado

Es así nomás, lo que caminamos nos da historias para contar. Y nuevamente la Plaza de mayo es el personaje de este posteo.
Me llama mucho la atención mirarla con ojos de turistas. Todos los acentos que se mezclan mientras la voy atravesando me hacen verla extrañada, como un ejercicio antropológico. Hasta me llama la atención también verla como plaza, con gente tomando sol, o chicos jugando con sus padres. Todavía no entiendo bien a esa plaza. Será que la mayoría de las veces que fui a ella, venía de una larga caminata cantando entre la muchedumbre.
Los lunes suelen ser un día tranquilo para la plaza. Pocas veces las marchas se hacen al principio de la semana. Los jueves se llena de cámaras que retratan a las madres dando vueltas. Supongo que será la estación obligada de los guías turísticos que muestran y cuentan por qué dan vueltas los pañuelos blancos.
Pero entre esos días, la plaza toma otra forma. Cuando las marchas se aproximan y paran en ella con megáfonos, el despliegue policial en la plaza es gigante y, me parece, un poco excesivo.
¿Cuál es el miedo? ¿desde el balcón se ven las cosas magnificadas?.
La última vez fueron dos marchas juntas y tranquilas: los laburantes de Pirelli pidiendo que reiconrporen a la gran cantidad de compañeros que fueron despedidos, y la marcha de los estudiantes pidiendo mayores presupuesto y becas.
Parece que la gente asusta. Casi me causó gracia cuando tuve que ir hasta el Ministerio de Economía para poder cruzar, porque las vallas que atravesaban la plaza no me dejaban otra opción. La mueca de risa en mi cara se dejó ver cuando el oficial me informó que debería dar la vuelta por el otro lado del edificio del Ministerio para atravesar esa parte. No dejaban pasar ni a una mosca.
Me di vuelta y encaré por la otra calle. En eso, miré a las manifestaciones amenazantes. Seguro que ponen en peligro la vida de la Presidenta, la vida institucional. La risa de nuevo.

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