miércoles, 15 de octubre de 2008

Desahogo

Recién ahora que tengo 26 me doy cuenta de que la vida es finita, incluso corta.


Pienso en mi hermano M cuando de chiquito le decía “¿y qué vas a hacer?, ashí es la vida” y ella lo repetía porque le causaba gracia. Siempre se acordaba de eso. Y pienso que la frase no tiene sentido ahora que ella no está para recordarla. Son esas cosas que funcionan entre algunas personas, y esta frase se va con ella.


Con su educación tana, cada vez que venía a casa me mandaba a mí, la única nena de cuatro hermanos, a hacer las cosas del hogar. Y yo me revelaba siempre, y me peleaba con mis hermanos porque les exigía a ellos que se movieran, que “¡¿por qué yo?!”. Entonces ella repetía: “y pensar que yo siempre digo que mis nietos no se pelean nunca”. Y era cierto, no nos peleamos, o al menos no nos llegamos a lastimar.


Me pregunto por qué recién ahora al recordarla pienso que la vida es tan corta. Casi que llego a la conclusión de que esta, por primera vez, fue una pérdida que sentí demasiado. Una parte importante de mi vida se fue. Literalemente fue una parte de mi vida. Crecí arriba de su casa. Me acuerdo que al volver del colegio, me ponía los patines que ella y mi abuelo me regalaron para Navidad y me iba a andar por el patio. Una vuelta y a la cocina a buscar un pochoclo con miel del plato que ella me había preparado. Otra vuelta y otro pochoclo. Otra vuelta y volver y balancearme con las manos desde un extremo de la mesa deslizando los pies por abajo. “Cuidado que te podés lastimar”, y así se me salió un día un diente que tenía flojo.


No sé por qué la imagen de los pochoclos con miel y los patines son lo primero que se me ocurre al pensar en ella. Hay tantas cosas, y sin embargo uno no sospecha los momentos que quedan grabados. Ahí, con mis patines y los pochoclos, con mis abuelos, en el patio supongo que fui feliz.


Con mis abuelos me fui de viaje por primera vez. Tenía 3 años y mi abuelo me compró un chocolate así de grande en el tren que nos llevaba a Pigüé. Mis papás se escondían tras los árboles de la estación para que no los viera y me quisiera bajar llorando. Pero yo los encontraba y los saludaba igual contenta. Nunca tuve miedo de viajar con mi abuela. Algunos veranos me he quedado sola con ella de vacaciones en Claromecó, lugar que amaba.


Hoy hablaba con S, porque mi vieja quiere vender el piano que está en la casa de mi abuela. Y comentábamos que es una lástima, pero que de todas formas mi mamá no lo toca más, ni tenemos en dónde ponerlo una vez que se venda la casa. E inmediatamente pensé en ese momento, y no lo puedo imaginar. No puedo despegarme de esa casa, no la podemos vender. Y desde que no está, no volví a ir. Tampoco puedo hacer eso. Ni siquiera fingiendo que se fue de viaje, porque sé que si cruzo el zaguán y la baldosa se mueve y hace ruido, pienso que ella me va a estar escuchando sabiendo que alguien llega y me va a decir: “qué hacés acá tita?”, y yo: “¿cómo qué hago?, te vine a visitar”. Y ella contenta. Y unos mates y la tele, a veces unas cartas, y otras: “mirá lo que escribió tu nieta”, y le entrego un cuento o un artículo. La última vez, fue mi primera publicación y, después de habérsela mostrado a mi familia, se la llevé a ella, que fue la única que no sólo me felicitó, sino que apenas la vió empezó a leerla.

Se fue mi fan. Ella leía todo, y yo le escribía, como ahora.


Cuando volvimos del velatorio mi mamá empezó a ver las cosas que mi abuela tenía en su cartera, y vino a mi habitación con un papel que encontró. Me dijo que tal vez yo quería guardarlo. Era un papel que decía “Este es un cuento que escribí y que me hizo acordar a vos. Espero que te guste. Te quiero mucho. Tu nieta Dani”.


Pensé mucho en escribir sobre ella. Al principio no pude, ni quise. Después pensé que no tendría que publicarlo, que son cosas mías.



En fin. Ya son las 00:34 y volví a acordarme de ella, después de dos semanas. Y todavía no la dejo ir sin que me duela. Me acuerdo y no quiero que se pierda. Lo publico porque sí, porque siempre escribo para alguien, esté o no esté.


Orgullosa de llamarme Soledad de segundo nombre "porque fue la época en la que nos robaron a las pobres Malvinas". Es la mejor acepción del término, la que me convence y me hace olvidar su sentido literal. Ojalá mis viejos hubieran pensado en eso al nombrarme en 1982.


Ya no van a estar los helados en la cama, ni los tecitos con limón mirando tele antes de dormir. Hace tiempo que ya no están, pero me los acuerdo y me los llevo, con su sabor y todo.


Espero sinceramente que el sufrimiento haya pasado. El consuelo tiene que estar en algún lado.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Alguna vez te dije que me encanta cómo escribís?

Siempre me llega... y aca estoy viviendo tu historia como si fuera mía completamente, como si fuera yo el que patinaba, pero al ratito me acuerdo que no y me sumerjo en mi propia infancia con mi abuela, mis juegos y sus mimos...

que lindo lo que provocan tus líneas, me encanta leerte y esto último sé que ya te lo dije más de una vez

BESOS<3

Clau dijo...

Mi abuela se murió hace 9 años. En su casa había glicinas y malvones y geranios, un toldo que corríamos con una escoba. También un piano que hace años que no toco. Y una momia negra detrás de una puerta.
Nunca deja de doler esa ausencia. Y está bien que así sea.
Besos Vidu.

La Vidu dijo...

Santi: gracias :) sí, me lo dijiste alguna vez (es bueno saber que todavía tengo fans! jajaja!).
Me alegra haberte trasportado de nuevo a las caricias de tu abuela.

Clau: en la casa de mi abuela tb había algo escondido tras una de las puertas que dan al patio. Tanto mi mamá de chiquita como yo, lo cruzábamos corriendo cuando era de noche ;)
Gracias por las palabras.

Lale dijo...

te quiero nena!

Anónimo dijo...

También te felicito por tu manera de escribir.
Y ya que estoy voy a compartir algo (a veces leer cosas que le pasan a otros parece dar permiso para compartir las propias). Mi perdida importante fue mi abuelo, él hacía de abuelo y de papá a la vez.
Se murió cuando yo tenía 8 años. Tengo muchos recuerdos... pero me falta uno grande, su cara. No puedo recordarla.
Dicen que, cuando algo es muy doloroso, la mente se "defiende" olvidándolo o borrándolo... Aquí yo discrepo con mi propia mente... y le sigo mostrando la única foto que tengo, pero sigue siendo algo raro.

Los recuerdos de ese ser querido que ahora son dolorosos, luego de un tiempo suelen transformarse en un carlocito en el corazón muy agradable al traerlos de vuelta. Y eso nos acompaña siempre.

Maguitxu dijo...

cuando me dijiste "trato de no pensar" y yo te contesté "al contrario, pensala mucho" a esto me refería...a que sigue siendo lo que es en vos, lo que sos vos ahora también a partir de ella.

Y lo del papelito en la cartera es...no se dani, es una de las cosas más emocionantes que he leido. Qué alegría que eso haya estado ahi, qué alegría que vos hayas escrito ese papel... y ese cuento. Como ahora, que te hace acordar.

te quiero mucho.